martes, 5 de febrero de 2008

La inseguridad institucionalizada

El gobierno del Presidente Hugo Chávez, constantemente alardea sobre los logros que ha tenido a nivel social, siendo los consejos comunales y las misiones un ejemplo de ello, según lo platean el mismo mandatario nacional y sus aliados políticos. Sin embargo, cuando les tocan el vals de los graves problemas, cada día acrecentados por la falta de estrategias políticas contundentes, que afectan a la población venezolana en su desempeño diario, como por ejemplo la inseguridad, por no extenderme con la corrupción, deciden no bailar al ritmo, no emitir juicios de valor.
No es necesario ser policía, ni ser víctima, aunque este último papel nos ha tocado jugarlo en algún momento, para saber que la delincuencia: los robos, las muertes por asaltos, los secuestros, e inclusive el sicariato, son una constante en la vida del venezolano común, nadie está exento de ello.
Cuando salimos a la calle lo primero que hacemos es encomendarnos a un ente supremo y sobrenatural para que nos resguarde, ya que el Ministro del Interior y Justicia, Pedro Carreño, está muy ocupado intentando encontrar la excusa perfecta para intervenir la universidad, comprándo zapatos piel de cocodrilo, o haciendo alguna otra cosa lejos de su prioridad, que es la de “Garantizar la seguridad y protección integral de los ciudadanos contra hechos delictivos, accidentes y calamidades”, así reza la misión principal del Ministerio del Poder Popular para Relaciones Interiores y Justicia (www.mpprij.gob.ve), y en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela está contemplado que “toda persona tiene derecho a la protección por parte del Estado, a través de los órganos de seguridad ciudadana regulados por la ley, frente a situaciones que constituyan amenaza, vulnerabilidad o riesgo para la integridad física de las personas…” (Art. 55). De alguna manera, ambos deberes han pasado por alto para el gobierno nacional. Pero lo más lamentable es el hecho de que, como venezolanos nos estamos acostumbrando a la delincuencia. Siempre es más fácil acostumbrarse, recordemos los orígenes de la cultura rentista y facilista, ¿para qué trabajar cuando somos dueños de una de las reservas petroleras más importantes del mundo? Es este modo de vida que se inició con el Boom Petrolero de los años setenta y que se ha mantenido hasta ahora, el responsable del incremento del facilismo, de obtener las cosas sin esfuerzo. Tal concepción fue tergiversándose hasta llegar a la delincuencia, pues, es más fácil responsabilizar al gobierno de todos nuestros males que dar a nuestros hijos principios y valores sólidos, a pesar de las carencias económicas que no deberíamos tener porque somos propietarios del oro negro. Con esto no le quito ningún tipo de responsabilidad al gobierno nacional por el hampa desatada, pero es bueno reflexionar sobre la descomposición familiar que gira en torno al problema de la delincuencia y a la normalidad con la que tomamos este asunto.
Estamos acostumbrándonos a que nos roben, nos maten, nos secuestren, y no es que dejemos de tener miedo, es que ya es normal vivir con él. Salimos de la casa cerrando con doble llave la puerta y la reja y verificamos que lo hayamos hecho bien, inmediatamente después nos persignamos, como si eso fuera suficiente; nos montamos en el carro y de una vez bajamos los seguros. A aquéllos que no tenemos carro, nos toca el traslado en camionetica, en donde el viaje se torna una historia de detectives al intentar averiguar, a través del análisis de comunicación no verbal, la actitud, la pose, la mirada, cuál, o cuáles, individuo está más propenso a cometer un asalto a mano armada.
Otro ejemplo significativo es la ida al banco, que supone toda una estrategia de acción: hacemos una evaluación veloz y discreta del sitio y sus alrededores, para que nadie pueda suponer nuestro objetivo, retirar o depositar plata, seguidamente entramos, igualmente valoramos la escena, por si hay algún supuesto cliente con planes de cometer un delito, y por último salimos nuevamente a la gran selva de cemento a probar suerte. Llegamos a la casa dándole gracias a Dios porque “hoy no nos tocó a nosotros”, pero le tocó al vecino, al compañero de clase o de trabajo, al amigo, o a algún familiar. Y si nos roban, llegamos igualmente a la casa agradeciendo que “sólo haya sido algo material y no la vida”. Así pensamos.
¿Cómo puede hablarse de un desarrollo social con tanta inseguridad? ¿Cómo podemos tomar la inseguridad como algo normal? Y para finalizar me permito citar a Mafalda, la de Quino, “¿Oyeron hablar alguna vez de la inseguricracia?”.

1 comentario:

flequillo dijo...

Mafalda sería una buena presidente(a) - o cómo sea que se diga ahora....


Leyendo este texto, llegué a asentir con la cabeza unas cuantas (bastantes) veces.

Venezuela, la tierra de lo posible, el país de las oportunidades; pero, oportunidades para el extranjero que vino a trabajarla, a sudarla, a entregarse a ella. No es la tierra de las oportunidades para el flojo.

Es por eso que ahora se ha convertido en la tierra del oportunista, de los "vivos", de los "pilas"... cuidado y no terminas "pilas pa'trás"...

El país en el de si él se colea, yo también me coleo, en el que se paga por hacer trámites en Ministerios, o hasta para la cita de un pasaporte, en el país del quítate tú, para ponerme yo. Un país en el que el dinero está hecho, pero hay que salir a sudárselo, para que luego venga otro a quitártelo porque él es más "vivo" que tú....

Venezuela ya no es la misma de la que se enamoraron mis padres, pero, aun así la quieren más que a su país natal.

Venezuela ha sido benévola.... el venezolano, no tanto...